EL CINE QUE AMAMOS TANTO
Foro de comentarios y divulgación de HECTOR SOLASSO
PRESENTACION
PRESENTACION
Inauguramos este sitio con el anhelo de difundir un cine lejano y bello, pero cuya vigencia y calidad considermos presente y cuyo rescate entendemos puede constituir un valioso aporte hoy, cuando tras el proceso de desculturación impuesto por la dictadura y el neoliberalismo, comenzamos a rescatar los valores humanísticos de la política y la cultura. Un cine alejado de los circuitos comerciales y televisivos impuestos, un "cine que nos mira", reclamando su derecho a hacernos pensar, emocionar, reír. Con este cine fuimos jóvenes, y a él le debemos buena parte de lo que somos.
Es nuestra intención desarrollar el ciclo no en un órden cronológico sino tratando de agrupar géneros, contenidos, directores o actores, desde las obras más antiguas hasta las más recientes, desplegando una filmografía sin fronteras, porque los valores que sostenemos no las tienen. Desde Ensestein al último mejor cine soviético; desde el neorrealismo italiano a Giussepe Tornatori o Marco Belloccio; desde el cine español post-franquista al nuevo cine cubano y latinoamericano; desde la "nouvelle vague" y el "cine noir" francés hasta el Hollywood más rescatable o el reconocido mundialmente nuevo cine argentino.
No somos críticos ni especialistas, dios nos libre. Solo amantes, pero movidos por una pasión cercana a una forma de militancia. No obstante, haremos comentarios y semblanzas, pero solo desde esa pasión, su compromiso, su humanismo y su ternura.
A diferencia de otros Foros, cada película incluirá sus respectivos enlaces para que puedan ser descargadas. Ignoramos si transgredimos alguna norma, pero deseamos que este esfuerzo sea de utilidad y ustedes puedan disfrutarlo. Bienvenidos, y gracias por acompañarnos.
Inauguramos este sitio con el anhelo de difundir un cine lejano y bello, pero cuya vigencia y calidad considermos presente y cuyo rescate entendemos puede constituir un valioso aporte hoy, cuando tras el proceso de desculturación impuesto por la dictadura y el neoliberalismo, comenzamos a rescatar los valores humanísticos de la política y la cultura. Un cine alejado de los circuitos comerciales y televisivos impuestos, un "cine que nos mira", reclamando su derecho a hacernos pensar, emocionar, reír. Con este cine fuimos jóvenes, y a él le debemos buena parte de lo que somos.
Es nuestra intención desarrollar el ciclo no en un órden cronológico sino tratando de agrupar géneros, contenidos, directores o actores, desde las obras más antiguas hasta las más recientes, desplegando una filmografía sin fronteras, porque los valores que sostenemos no las tienen. Desde Ensestein al último mejor cine soviético; desde el neorrealismo italiano a Giussepe Tornatori o Marco Belloccio; desde el cine español post-franquista al nuevo cine cubano y latinoamericano; desde la "nouvelle vague" y el "cine noir" francés hasta el Hollywood más rescatable o el reconocido mundialmente nuevo cine argentino.
No somos críticos ni especialistas, dios nos libre. Solo amantes, pero movidos por una pasión cercana a una forma de militancia. No obstante, haremos comentarios y semblanzas, pero solo desde esa pasión, su compromiso, su humanismo y su ternura.
A diferencia de otros Foros, cada película incluirá sus respectivos enlaces para que puedan ser descargadas. Ignoramos si transgredimos alguna norma, pero deseamos que este esfuerzo sea de utilidad y ustedes puedan disfrutarlo. Bienvenidos, y gracias por acompañarnos.
viernes, 8 de marzo de 2013
Duelo al sol
TÍTULO ORIGINAL Duel in the Sun
AÑO 1946
]
DIRECTOR King Vidor
GUIÓN Ben Hecht, David O. Selznick, Oliver HP Garrett (Novela: Niven Busch)
MÚSICA Dimitri Tiomkin
FOTOGRAFÍA Lee Garmes, Harold Rosson, Ray Rennahan
REPARTO Jennifer Jones, Gregory Peck, Joseph Cotten, Lionel Barrymore, Walter Huston, Lillian Gish, Harry Carey, Charles Bickford, Otto Kruger, Herbert Marshall
PRODUCTORA David O. Selznick
PREMIOS 1946: 2 nominaciones al Oscar: Mejor actriz (Jennifer Jones), actriz sec. (Lillian Gish)
GÉNERO Western. Romance. Drama | Melodrama
SINOPSIS Pearl (Jennifer Jones), una joven mestiza es enviada a vivir a Texas, al rancho del estricto senador McCandless (Lionel Barrymore). La joven llama la atención de los hijos del senador: el siempre educado y cortés Jesse (Joseph Cotten) y el salvaje e impulsivo Lewton (Gregory Peck). Pronto los dos hermanos rivalizan por el amor de la atractiva muchacha. (FILMAFFINITY)
CRÍTICAS ----------------------------------------
Hay películas que se hacen por encargo... pero esta se hizo por amor. David O. Selznick produjo este épico western para lucimiento de su novia, la guapísima Jennifer Jones. Así, por este bienvenido capricho, podemos disfrutar de una entretenida y apasionada historia de romances y rivalidades familiares con legendarios personajes y final memorable. Una gran película. (Pablo Kurt: FILMAFFINITY)
Después de pasar por varios estudios como la Metro, la Paramount o la RKO, el inquieto productor David O. Selznick fundó su propia compañía para facturar algunos de los títulos más importantes del cine, entre ellos la mítica "Lo que el viento se llevó" o esta voluptuosa película, pletórica de lúbricidad y pasión amorosa.
Para la adaptación del libro homónimo de Niven Busch, vuelve a colaborar con el maestro King Vidor, quien había dirigido algunas escenas sin acreditar para "Lo que el viento se llevó". En calidad también de guionista, Selznick despliega una arrebatadora mixtura entre western y melodrama de letal atracción romántica, con tendencia al paroxismo emocional y a la penetrante sensualidad, robustecida por una espléndido empleo del color y la iluminación, una briosa narrativa y unas viscerales interpretaciones.
Este ardiente encuentro amoroso, que desarrolla también una colisión entre dos actitudes morales y vitales y un atisbo a la difícil interacción familiar, disfruta de un extenso plantel de actores de primera fila. Además de Jones, Cotten y Peck, los grandísimos Lillian Gish y Lionel Barrymore. El gigante del cine, Orson Welles, fue el narrador del film en su versión original.
Homenaje al western
El western: un género eterno
De entre todos los géneros cinematográficos el western es posiblemente uno de los más genuinos, quizá por no estar tan ligado a otras artes, especialmente a la literatura, como otros géneros. Se trata además del primer género cinematográfico estadounidense, su huella ha pervivido en otros géneros: desde el cine negro, las películas de acción o incluso la ciencia ficción… Se trata de ciertas actitudes de sus personajes, de ciertas temáticas muy enraizadas en el subconsciente colectivo como el ansia de justicia llevada a extremos delirantes, la camaradería entre hombres, la amistad (ya sea correspondida o traicionada) , el sentido del honor que constituye la vertiente más épica del género, bien sea desde el ensalzamiento de figuras mítica o desde la más pura desmitificación, las ansias de venganza, la codicia, la disputa entre dos hombres por el amor de una mujer… el racismo, la lucha a muerte entre razas…
El western es un género que
tiene unas coordenadas históricas muy específicas, mediado del siglo XIX
y principios del siglo XX, aunque hay westerns considerados como “modernos” que
sitúan su acción bien entrado el siglo XX . Así, la impronta realista
pervive en buena parte de los grandes películas del género, a pesar de
que muchos de ellos están inspirados(a veces muy libremente) en
personajes históricos, o en hechos u episodios de la historia
estadounidense. algunos de estas figuras legendarias: Billy el Niño, Jesse James, el general Custer, Buffalo Bill, Gerónimo, Wyatt Earp…ha
sido estilizadas y acomodadas a las miradas de cada director que las ha
abordado sin que por ello esto haya mermado su valor cinema
tográfico necesariamente.
tográfico necesariamente.
Es un género popular que
tiene su fisicidad y su lenguaje directo, visualmente potente, en el que
el ambiente, el entorno en el que se desarrolla el conflicto y la trama
son de vital importancia, así como las atmósferas diversas que se crean
a través de la puesta en escena, jugando un papel muy importante la
música.
En praderas solitarias y
violentas en las que agricultores y ganaderos se enfrentan en guerras
irreconciliables, en montañas rocosas persiguiendo indios, villanos…, en
cuevas, en salones de juego y tabernas sin nombre llenas de pistoleros,
putas y bandidos, o en fuertes, o en ríos, o en caravanas con ganado,
en barcos, en estaciones de tren, o en protopueblos sin ley ni orden:
ahí vive y late el western.
Los westerns son películas de
aventuras y como tal son perfectas; en muchas ocasiones invitan a la
reflexión moral, indagan en la condición trágica del ser humano o
simplemente nos emocionan por la precisión con la que está mostrados los
sentimientos.
Hay que acercarse sin miedo al western: es emoción, es tensión… hay imágenes que mi inconsciente no olvidará: John Wayne deteniendo una diligencia, James Stewart arrastrado literalmente por el suelo atado a un caball;, Joan Cradford y Sterling Hayden, pareja de amantes reecontrándose después de varios años; Gary Cooper peleando contra sus antiguos compañeros, unos atracadores sin moral ni escrúpulos; Jennifer Jones y Gregory Peck devorándose los labios en un desierto calcinado; William Holden, Ernest Borgnine, Warren Oates y Ben Johnson caminando juntos hacia su muerte en un brutal tiroteo; Clint Eastwood entrando en una taberna buscando venganza a la muerte por linchamiento de su amigo Morgan Freeman… El western es un género imprescindible en la Historia del cine, pero sobre todo es un conjunto de grandes películas.
Desde La Diligencia, considerado el primer western, filmada por John Ford, hasta la reciente Django desencadenado de Quentin Tarantino, pasando por los "spaghettis" de Sergio Leone, este género ha ido sufriendo apreciables transformaciones tanto en forma como en contenido. Las películas italianas (o co-producciones) sobre el tema, demostraron que nada tenían que envidiar al viejo Holliwood, entre burlonas y creativas.
El western clásico iría adaptándose a los nuevos tiempos. El reconocimiento de la discriminación y masacre de indios (Pequeño Gran Hombre, Danza con lobos y otros), la figura del anti-héroe (Los imperdonables, La balada del desierto, por nombrar algunos), la discriminación racial (En nombre del honor, o la reciente Django encadenado) marcan algunas pautas. Los italianos harían algunos films antológicos, como El bueno, el malo y el feo, Giú la testa (traducido como agáchate maldito) y un extraño weatwrn ambientado ...!en Andalucía!, pero excelentemente realizado y lleno de contenido social, hasta llegar a hacer decir a uno de los personajes, un fragmento de un discurso de Buenaventura Durruti...
Lawrence de Arabia
TÍTULO ORIGINAL Lawrence of Arabia AÑO 1962
DIRECTOR David Lean
GUIÓN Robert Bolt, Michael Wilson
MÚSICA Maurice Jarre
FOTOGRAFÍA Fred A. Young
REPARTO Peter O'Toole, Omar Sharif, Alec Guinness, Jack Hawkins, Anthony Quinn, Anthony Quayle, Claude Rains, Arthur Kennedy, José Ferrer, Donald Wolfit, I.S. Johar, Gamil Ratib, Michel Ray, John Dimech, Zia Mohyeddin, Howard Marion-Crawford, Jack Gwillim, Fernando Sancho, Hugh Miller, Jack Hedley
PRODUCTORA Columbia Pictures (Horizon Pictures Production)
PREMIOS 1962: 7 Oscar, incluyendo mejor Película, Director, Fotografía y Música
1962: 4 Globos de Oro: Drama, Director, Secundario (Sharif), Fotografía. 7 nominaciones
1962: 4 Premios BAFTA: Film británico, Film internacional, actor y guión
1962: National Board of Review: Mejor director
1963: Premios David di Donatello: Mejor producción y actor extranjeros (Peter O'Toole)
GÉNERO Aventuras | Biográfico. África. Cine épico. I Guerra Mundial
SINOPSIS El Cairo, 1917. Durante la Gran Guerra (1914-1918), T.E. Lawrence (Peter O'Toole), un conflictivo y enigmático oficial británico, es enviado al desierto para participar en una campaña de apoyo a los árabes contra Turquía. Él y su amigo Sherif Alí (Omar Sharif) pondrán en esta misión toda su alma. Los nativos adoran a Lawrence porque ha demostrado sobradamente ser un amante del desierto y del pueblo árabe. En cambio, sus superiores británicos creen que se ha vuelto loco. A pesar de que los planes de Lawrence se ven coronados por el éxito, su sueño de una Arabia independiente fracasará. (FILMAFFINITY) CRÍTICAS ----------------------------------------
"Todo deslumbra. De repente, los espacios luminosos e inmensos del desierto sirven para describir los siniestros vericuetos de un alma atormentada. 3 horas cerca de la hipnosis" (Luis Martínez: Diario El País)
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"Maravillosa" (Fernando Morales: Diario El País)
‘Lawrence de Arabia’ representa, para millones de cinéfilos de todo el mundo, al cine en su máxima expresión. El cine como espectáculo definitivo y, al mismo tiempo, como arte propio de grandes artistas, de grandes autores. Porque no solamente vamos a hablar de uno de los más asombrosos relatos cinemáticos de la historia, también del retrato de un hombre asombroso y complejísimo, que iniciará una verdadera odisea en el desierto que le llevará a lugares de una belleza y de un horror superlativos, y a acceder a oscuras regiones de su interior que jamás imaginó que existían. Es mérito del gran David Lean, por tanto, proponer un viaje interior de una profundidad equiparable a su viaje exterior, audiovisual, que es uno de los más asombrosos, fotográficos y sonoros, que se conocen. Una experiencia sensorial y psicológica de grandísima envergadura.
Siendo T.E. Lawrence (Tremadoc, Gales, Reino Unido, 15 de agosto de 1888 – Clouds Hill, Inglaterra, Reino Unido, 19 de mayo de 1935) uno de los personajes más complejos del siglo XX, de una aureola mística irresistible, los guionistas Robert Bolt y Michael Wilson (segundo guionista en un principio no acreditado pero que luego vio reconocida su labor a partir de la restauración de 1978) de manera magistral su larga campaña en el desierto, y las posteriores consecuencias bélicas y sociales que conllevó esa campaña. Este guión fue llevado a la pantalla por un Lean apasionado, cuya ultima película, la estupenda ‘El puente sobre el río Kwai’, le había valido el Oscar al mejor director. Filmó desde el 15 de mayo de 1961 hasta el 22 de octubre de 1962, y dicen que Lean se enamoró tanto de las dunas y las rocas del desierto que, durante los interminables días de rodaje (aunque no todos, claro, bajo el sol abrasador y la arena desesperante del desierto) terminó comprendiendo verdaderamente a Lawrence.
DIRECTOR David Lean
GUIÓN Robert Bolt, Michael Wilson
MÚSICA Maurice Jarre
FOTOGRAFÍA Fred A. Young
REPARTO Peter O'Toole, Omar Sharif, Alec Guinness, Jack Hawkins, Anthony Quinn, Anthony Quayle, Claude Rains, Arthur Kennedy, José Ferrer, Donald Wolfit, I.S. Johar, Gamil Ratib, Michel Ray, John Dimech, Zia Mohyeddin, Howard Marion-Crawford, Jack Gwillim, Fernando Sancho, Hugh Miller, Jack Hedley
PRODUCTORA Columbia Pictures (Horizon Pictures Production)
PREMIOS 1962: 7 Oscar, incluyendo mejor Película, Director, Fotografía y Música
1962: 4 Globos de Oro: Drama, Director, Secundario (Sharif), Fotografía. 7 nominaciones
1962: 4 Premios BAFTA: Film británico, Film internacional, actor y guión
1962: National Board of Review: Mejor director
1963: Premios David di Donatello: Mejor producción y actor extranjeros (Peter O'Toole)
GÉNERO Aventuras | Biográfico. África. Cine épico. I Guerra Mundial
SINOPSIS El Cairo, 1917. Durante la Gran Guerra (1914-1918), T.E. Lawrence (Peter O'Toole), un conflictivo y enigmático oficial británico, es enviado al desierto para participar en una campaña de apoyo a los árabes contra Turquía. Él y su amigo Sherif Alí (Omar Sharif) pondrán en esta misión toda su alma. Los nativos adoran a Lawrence porque ha demostrado sobradamente ser un amante del desierto y del pueblo árabe. En cambio, sus superiores británicos creen que se ha vuelto loco. A pesar de que los planes de Lawrence se ven coronados por el éxito, su sueño de una Arabia independiente fracasará. (FILMAFFINITY) CRÍTICAS ----------------------------------------
"Todo deslumbra. De repente, los espacios luminosos e inmensos del desierto sirven para describir los siniestros vericuetos de un alma atormentada. 3 horas cerca de la hipnosis" (Luis Martínez: Diario El País)
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"Maravillosa" (Fernando Morales: Diario El País)
“En Lawrence la clemencia es pasión. En mí sólo es buena educación. Juzgue usted qué motivo es más digno de confianza”. - Príncipe Feisal (Alec Guinness)No ha habido, ni habrá nunca, una película como ‘Lawrence de Arabia’ (David Lean, 1962). En su edición en DVD, Steven Spielberg lleva a cabo una introducción muy expresiva al respecto: “si hoy se hiciera esta película la harían con fondos digitales, y costaría trescientos millones de dólares”. Enamorado completamente de esta película (y de sus otros dos Lean favoritos: ‘El puente sobre el río Kwai’ (1957) y ‘Doctor Zhivago’ (1965), trío de filmes que asegura revisar cada vez que empieza una nueva película), dice lo que muchos pensamos, que hacer esta película con los medios y las técnicas actuales sería un sacrilegio. Esta gran verdad describe la mayor virtud de un filme irrepetible: todo lo que vemos es absolutamente real...aún tamizado por licencias narrativas y por un cínico romanticismo…o por un cinismo romántico.
‘Lawrence de Arabia’ representa, para millones de cinéfilos de todo el mundo, al cine en su máxima expresión. El cine como espectáculo definitivo y, al mismo tiempo, como arte propio de grandes artistas, de grandes autores. Porque no solamente vamos a hablar de uno de los más asombrosos relatos cinemáticos de la historia, también del retrato de un hombre asombroso y complejísimo, que iniciará una verdadera odisea en el desierto que le llevará a lugares de una belleza y de un horror superlativos, y a acceder a oscuras regiones de su interior que jamás imaginó que existían. Es mérito del gran David Lean, por tanto, proponer un viaje interior de una profundidad equiparable a su viaje exterior, audiovisual, que es uno de los más asombrosos, fotográficos y sonoros, que se conocen. Una experiencia sensorial y psicológica de grandísima envergadura.
Siendo T.E. Lawrence (Tremadoc, Gales, Reino Unido, 15 de agosto de 1888 – Clouds Hill, Inglaterra, Reino Unido, 19 de mayo de 1935) uno de los personajes más complejos del siglo XX, de una aureola mística irresistible, los guionistas Robert Bolt y Michael Wilson (segundo guionista en un principio no acreditado pero que luego vio reconocida su labor a partir de la restauración de 1978) de manera magistral su larga campaña en el desierto, y las posteriores consecuencias bélicas y sociales que conllevó esa campaña. Este guión fue llevado a la pantalla por un Lean apasionado, cuya ultima película, la estupenda ‘El puente sobre el río Kwai’, le había valido el Oscar al mejor director. Filmó desde el 15 de mayo de 1961 hasta el 22 de octubre de 1962, y dicen que Lean se enamoró tanto de las dunas y las rocas del desierto que, durante los interminables días de rodaje (aunque no todos, claro, bajo el sol abrasador y la arena desesperante del desierto) terminó comprendiendo verdaderamente a Lawrence.
sábado, 15 de septiembre de 2012
Andrei Tarkovski: Sobre la responsabilidad del artista
30 de agosto de 2012 por Patricia Damiano ·Archivado en Cine, Tarkovski Andrei
Volvamos a la comparación —o, mejor, a la confrontación— entre literatura y cine. Lo único que tienen en común estas dos artes absolutamente autónomas e independientes es su generosa libertad en cuanto a la disposición del material.Ya hemos hablado de la dependencia de una película con respecto al mundo y las vivencias de su autor y de su espectador. También la literatura, qué duda cabe, dispone de la posibilidad, propia de todas las artes, de trabajar con experiencias de lectura emocionales, espirituales e intelectuales. Pero la verdadera especificidad de la literatura reside en el hecho de que el lector, con independencia de la intensidad con la que un escritor haya elaborado determinadas páginas de su libro, va «entresacando» y «descubriendo» en la lectura aquello que corresponde a sus propias experiencias y forma de ser, que ha ido conformando en él normas y gustos duraderos. Incluso los detalles naturalistas de la prosa escapan así al control del escritor, pues el lector los percibirá, a pesar de todo, de un modo subjetivo.Por el contrario, el cine es el único arte en que un autor se puede sentir como creador de una realidad ilimitada, de un mundo propio, en el sentido más literal de la palabra. La tendencia a autoafirmarse, impresa en el hombre, se realiza en el cine en su forma más completa e inmediata. El cine es una realidad emocional y, como tal, el espectador la percibe como una segunda realidad.Por este motivo, esa idea tan extendida de que el cine es un sistema de signos me parece una idiotez, falsa en sus fundamentos. ¿Dónde está, a mi modo de ver, el fallo básico de los estructuralistas? Aparece en el modo de concebir la relación con la realidad, en que se basa todo arte y en donde desarrolla las leyes que son características en cada caso. En este sentido, el cine y la música son para mí artes inmediatas, que no precisan de una mediación a través de la palabra. Esta característica fundamental hace que la música y el cine sean artes afines y fundamenta a la vez su insuperable lejanía frente a la literatura, donde todo se expresa a través del lenguaje, es decir, a través de un sistema de signos y normas. La recepción de una obra literaria se realiza exclusivamente a través de un símbolo, de un concepto, tal como es presentado por la palabra. El cine y la música, por el contrario, ofrecen la posibilidad de una recepción inmediata, emocional, de la obra de arte.La literatura, a través de la palabra, describe un acontecimiento, ese mundo interior y exterior que quiere reproducir un escritor. Por el contrario, el cine trabaja con materiales tomados de la propia naturaleza, que surgen de forma inmediata en el tiempo y el espacio, que podemos observar en el entorno en que vivimos. En la imaginación de un escritor surge primero una determinada imagen de la realidad, que luego describe sobre el papel con ayuda de las palabras, mientras que el celuloide graba de forma mecánica los contornos del mundo inmediato que aparecen ante la cámara. Esos contornos de los que luego se compone el todo, la película.Por eso, la dirección en el cine es exactamente la capacidad de «separar la luz de la oscuridad, las aguas de la tierra firme». Esta posibilidad crea la ilusión de que el director se sienta como un demiurgo. Y de ahí resultan también tantos equívocos sobre el arte de dirigir. Y aquí surge asimismo la cuestión de la enorme responsabilidad, casi «penal», que pesa sobre un director. Su actitud se transmite al espectador de forma patente e inmediata, con una exactitud casi fotográfica; y las emociones del espectador pasan a ser algo así como emociones de un testigo, quizá incluso del propio autor.Quiero subrayar una vez más que el cine, al igual que la música, opera con realidades. Por eso estoy en contra de los intentos de los estructuralistas por considerar el plano como signo de otra cosa, como resultado de un sentido. Ésta es una trasposición meramente formal, falta de crítica, de métodos analíticos propios de otras artes. Un elemento musical no tiene intereses ni ideología. Y también un plano cinematográfico es siempre un fragmento de la realidad carente de ideas. Por el contrario, la palabra es ya como tal una idea, un concepto, un determinado nivel de abstracción. Una palabra nunca será un sonido carente de significado.En sus Relatos de Sebastopol, Tolstoi narra el horror de un hospital militar con un realismo lleno de detalles. Pero por muy cuidadosa y fielmente que consiga describir aquellos horrores, el lector siempre tiene la posibilidad de adaptar aquellas imágenes, reproducidas con dureza naturalista, según sus propias experiencias, deseos e ideas. Esto sucede porque el lector percibe todo texto de forma selectiva, de acuerdo con las leyes de su propia imaginación.Un libro leído ya mil veces, son mil libros diferentes. Un lector dotado de una fantasía ilimitada puede percibir descripciones lacónicas incluso con más claridad que la que pretendía el escritor (y los escritores casi siempre cuentan con que exista ese tipo de lectura que complemente el texto). Por el contrario, un lector reservado, moralmente no libre o limitado, verá esos detalles cruelmente exactos con ciertas lagunas, a través de un filtro ético preexistente. Se llega así a una curiosa corrección de la percepción subjetiva, un fenómeno fundamental para la relación entre escritor y lector, que a la vez es un caballo de Troya en cuyo interior el escritor penetra en el alma de su lector. De aquí resulta la necesidad de una coautoría inspirada por parte del lector, lo que —por cierto— es la base de esa opinión tan común según la cual es mucho más difícil y más cansado leer un libro que ver una película, que es algo que se consume pasivamente: «El espectador se ha sentado, y el proyector comienza a funcionar…»Entonces, ¿tiene el espectador de cine alguna libertad de elección? Dado que un plano, escena o episodio no describe, sino que fija literalmente un acontecimiento, un paisaje o un rostro, en el cine se llega a una peculiar norma estética, a una concreción que sólo permite una interpretación unívoca, contra la cual se rebela a menudo la experiencia personal del espectador.Para tener otro punto de comparación, pensemos en la pintura. Ahí siempre hay una cierta distancia entre el cuadro y el espectador, una distancia anticipada ya por un cierto respeto hacia lo representado y por la conciencia de que se trata de un cuadro, una imagen, comprensible o no, de la realidad. A nadie se le ocurriría identificar esa imagen de la realidad con la vida misma. En todo caso se hablará de «similitud » o «diferencia» de la representación en comparación con la vida real. Sólo en el cine el espectador mantiene siempre la sensación de una facticidad inmediata de la vida que ve en pantalla, por ío que siempre juzgará el cine según las leyes de la vida. De ese modo está alterando los principios según los cuales el autor estructuró su obra y cambiándolos por otros que surgen de su experiencia cotidiana, normal y corriente. De ahí surgen las conocidas paradojas de la recepción por parte de los espectadores. ¿Por qué el público de masas prefiere a menudo temas exóticos en el cine, que nada tienen que ver con su propia vida? Piensa que conoce ya de sobra su vida, está harto de ella y en el cine prefiere tener experiencias desconocidas: cuanto más exótica, cuanto más alejada de su vida cotidiana, tanto más interesante, entretenida y pedagógica le parece una película.Pero éste es un problema sociológico: ¿por qué un grupo de espectadores busca en el cine el entretenimiento y la distracción, mientras que otro grupo espera encontrar un interlocutor inteligente? ¿Por qué para unos cuenta sólo lo externo, lo supuestamente «bonito», que en realidad no es sino mal gusto, un mamotreto carente de inspiración, mientras que otros tienen una acusada sensibilidad para vivencias realmente estéticas? ¿Dónde están las causas de la torpeza estética, y a veces también moral, de gran parte de la gente? ¿Quién tiene la culpa? ¿Será posible ayudarles a ver aquello que es más alto y más bello, a llegar a aquella actividad espiritual que el verdadero arte despierta en las personas?La respuesta es muy fácil y nos conformaremos con una única constatación. Por diferentes motivos, los diversos sistemas sociales van «alimentando» las masas con terribles sucedáneos, sin pensar cómo poder inculcarles el buen gusto. La única diferencia es que en el mundo occidental cada persona puede elegir libremente y puede, sin mayor problema, ver las películas de los más grandes directores. Pero el efecto de éstas parece ser muy limitado, pues el arte cinematográfico, en el mundo occidental, a menudo sucumbe en esa desigual lucha con el cine comercial.Precisamente por esa competencia con el cine comercial, el director tiene una especial responsabilidad frente a los espectadores. Pues, por los efectos específicos del cine (esa identificación de cine y vida), la más absurda película comercial puede ejercer sobre un público ingenuo y burdo el mismo efecto mágico que el verdadero arte ejerce en un espectador exigente. La diferencia fundamental, trágica, reside en el hecho de que una película artística despierta en su público emociones y pensamientos, mientras que el cine de masas —con ese efecto suyo especialmente adormecedor e irresistible— apaga todos las demás reflexiones y sentimientos de su público de forma definitiva e irrecuperable. Aquellas personas que ya no sienten ninguna necesidad de nada bello, espiritual, utilizan el cine como una botella de Coca-Cola.Por este motivo no entiendo cómo un artista puede hablar de absoluta libertad creativa. En mi opinión, se da todo lo contrario: quien se adentra por el camino de un quehacer creativo cae en los lazos de interminables ataduras que le sujetan a sus propias tareas, a su destino como artista.Todo el mundo y todas las cosas están vinculados a determinados lazos. Si se pudiera ver a un solo hombre bajo las condiciones de la libertad absoluta, sería algo así como un pez de las profundidades marinas colocado en un lugar sin agua. Una idea extraña… ¡pero si hasta el genial Rublev trabajaba en el marco de las disposiciones canónicas…! Lo trágico es que no sabemos ser realmente libres: exigimos una libertad que va en detrimento de los demás y no estamos dispuestos a prescindir de algo nuestro en bien de los demás, viendo en ello una disminución de nuestros derechos y libertades personales. A todos nosotros nos caracteriza hoy un egoísmo francamente increíble. Pero ahí no está la libertad. Libertad significa aprender por fin a no exigir nada de la vida o de los demás hombres, sino sólo de nosotros. Libertad: sacrificio hecho en nombre del amor. Que no se me entienda mal: estoy hablando de la libertad en el más alto sentido ético del término. No estoy queriendo polemizar contra los indiscutibles valores que caracterizan a las democracias occidentales. Pero también bajo las condiciones de esas democracias surge el problema de la falta de espiritualidad y de la soledad de los hombres. A mí me da la impresión de que en la lucha por las, sin duda, importantes libertades políticas, el hombre moderno ha olvidado aquella libertad de que disponían los hombres de todos los tiempos: la libertad de ofrecerse en sacrificio, de darse a sí mismo a su época y a su sociedad.En las películas que he realizado hasta la fecha, siempre he querido hablar acerca de personas que, dependiendo de otras, es decir, no siendo libres, supieron conservar su libertad interior. He mostrado personas aparentemente débiles. Pero también he hablado de la fuerza de esa debilidad, una fuerza que emerge de sus convicciones morales. Stalker es una persona aparentemente débil. Pero a él, precisamente su fe y su deseo de servir a los demás, le hacen invencible. Al fin y al cabo, un artista no ejerce su profesión para contar algo a alguien. Quiere más bien demostrar a los hombres que quiere servirles. Me sorprendo una y otra vez cuando los artistas expresan la opinión de que ellos mismos se van creando en libertad. El artista tendría indefectiblemente que convencerse de que él es una creatura de su época y de las personas que le rodean. Ya Pasternak lo decía:«No duermas, artista, no duermasy al sueño, artista, no te entregues.Eres el azote de la eternidad,prisionero del tiempo…»Si el artista consigue crear algo, en mi opinión es sólo porque con ello satisface una necesidad ya existente de los hombres, aun cuando no sea consciente de ello. Y por eso siempre vence, siempre gana el espectador, mientras que el artista siempre pierde, siempre abandona algo.Una vida absolutamente libre, en la que se pueda hacer o dejar de hacer lo que uno quiera, según capricho, es para mí algo realmente inimaginable. Por el contrario, yo me veo obligado a hacer siempre aquello que en un período determinado de mi vida me parece lo más importante, lo necesario. La única comunicación adecuada con el espectador es ésta: permanecer fiel a sí mismo. Sin concesión alguna a ese ochenta por ciento de espectadores de cine que, por motivos indescifrables, exigen de nosotros, los directores, que les entretengamos. A la vez, nosotros los directores hemos empezado a despreciar tanto ese ochenta por ciento de espectadores, que estamos dispuestos a entretenerles, puesto que de ellos depende la financiación de la próxima película: una situación sin salida.Pero volvamos a aquella minoría de público que espera impresiones estéticas. Volvamos al espectador ideal, en quien inconscientemente se apoya cualquier artista de cine y en cuya alma sólo despertará un eco si la película refleja una vivencia realmente vivida y sufrida por el autor. Tengo tal respeto por el espectador que no puedo engañarle: tengo confianza en él y por eso me he decidido a contarle sólo aquellas cosas que para mí son las más importantes, las más valiosas. Destacaba Vincent van Gogh que el deber era algo absoluto y que ningún éxito le daba más satisfacción que cuando encontraba personas sencillas, trabajadoras, que colgaban sus dibujos en su habitación. Estaba de acuerdo con Hubert von Herkomer, quien decía que «el arte, en sentido pleno, se hace para ti, para el pueblo», y estaba muy lejos de querer agradar especialmente a alguien. Precisamente porque Van Gogh se mostraba tan responsable frente a la realidad, supo reconocerla en toda su importancia social, viendo su función como artista en el empeño de «pelearse» con todas sus fuerzas y hasta su último aliento con las cosas de la vida, para poder configurar aquella verdad ideal escondida en ellas. En su diario se puede leer: «¿Pero es que no basta si una persona expresa claramente lo que quiere decir? No dudo que resulta más agradable escucharle si, además, sabe expresar sus pensamientos de forma bonita. Pero eso no añade mucha belleza a la verdad, que ya de por sí es bella.»Un arte que exprese las necesidades espirituales y las esperanzas de la humanidad juega un importantísimo papel para la educación moral. O al menos está llamado a hacerlo. Y si no se consigue es porque hay algo en la sociedad que está desordenado. Nunca se deben plantear al arte tareas meramente utilitaristas y pragmáticas. Si en una película se hace patente una intención de este tipo, entonces se está destruyendo su unidad artística. Pues el efecto del cine, como de cualquier otro arte, es mucho más complejo y profundo. Tiene una influencia positiva sobre los hombres por el mero hecho de su existencia, estableciendo aquellos vínculos espirituales que hacen que la humanidad sea realmente una comunidad. Y también conforma aquel ambiente moral en que el propio arte se renueva y perfecciona continuamente, como en un humus. Y si esto no es así, se va estropeando como las manzanas de un huerto abandonado, que se ha vuelto a transformar en desordenada jungla. Si el arte no se utiliza según su meta, muere, y eso quiere decir que ya nadie lo necesita.En mi experiencia profesional, he podido comprobar muchas veces que una película sólo causa efectos emocionales en el espectador si su estructura externa, emotiva, de imágenes, nace de la memoria de su autor, si lo que muestra en imágenes corresponde a sus propias impresiones vitales. Sin embargo, si una escena está construida a base de especulación, dejará frío al espectador, incluso cuando se ha realizado de forma convincente, pero según la receta de una base literaria. Y aunque una película así, al verla, le resulte a alguno interesante y bien realizada, en realidad no será capaz de sobrevivir; su pronta muerte es inevitable.Por lo tanto, como desde un punto de vista objetivo no se puede contar con la experiencia del espectador tal como se hace en la literatura, que presupone una adaptación estética a la que se llega en la recepción de cada lector, el director de cine tiene que transmitir a los demás sus experiencias con la mayor sinceridad posible. Pero esto no es tan fácil como parece: hace falta gran capacidad de decisión. Y por eso, aun hoy, cuando tanta gente ha encontrado la posibilidad de hacer películas, sigue siendo un arte que dominan muy pocas personas en todo el mundo.Yo, por ejemplo, no estoy nada de acuerdo con el modo de trabajar de Sergei Eisenstein, con sus fórmulas intelectuales, con sus planos en clave. Mi modo de transmitir experiencias al espectador se diferencia radicalmente del de Eisenstein. Por supuesto que es de justicia decir que Eisenstein ni siquiera hizo el intento de transmitir a alguien sus propias experiencias, sino que pretendía transmitir ideas en forma pura. Detrás de ello hay una concepción del cine que a mí me resulta completamente extraña. Y el montaje de Eisenstein me parece que contradice todo el fundamento del efecto específico del cine… Quita a los espectadores el mayor privilegio que tienen, el que le puede ofrecer el cine, por su modo peculiar de recepción, a diferencia de la literatura y la filosofía: el privilegio de sentir como vida propia aquello que se está desarrollando en pantalla, de asumir una experiencia fijada de modo temporal como una experiencia propia, profundamente personal, de poner la propia vida en relación con lo que se muestra en la pantalla.La forma de pensar de Eisenstein es despótica. Le quita a uno «el aire», aquello que es inexpresable, que quizá sea incluso la característica más notoria del arte: lo que permite al espectador relacionar una película consigo mismo. Y en el fondo no quiero hacer películas que presenten discursos retóricos y propagandísticos, sino vivencias que puedan ser revividas en la intimidad del espectador. Aquí reside precisamente mi responsabilidad para con el espectador y creo poder transmitirle una vivencia única, una vivencia tan necesaria para él que sólo por ella entre en la sala oscura de cualquier cine.Todo el que quiera puede ver mis películas como un espejo en el que se ve a sí mismo. Si el arte cinematográfico fija sus ideas en formas muy cercanas a la vida y organiza ésta de forma que sea perceptible sobre todo desde el punto de vista emocional, entonces el espectador puede hacer referencias a él recurriendo sin más a la propia experiencia. Pero esto no sucederá si nos mantenemos firmes en lo ya expuesto, si es que se mantiene la fórmula especulativa del «plano poético», es decir, de un plano con una puesta en escena que acentúe la parte intelectual.Para mí, como ya he dicho, es absolutamente imprescindible que uno oculte sus propias intenciones. Si insiste en ellas, quizá el resultado sea una obra de arte más actual, en el sentido cotidiano de la expresión. Pero será una obra de arte de un significado mucho más perecedero. En ese caso, el arte no se ocupa de profundizar en su naturaleza, sino que se pone al servicio de la propaganda, del periodismo, de la filosofía y de otras ciencias afines, con lo cual adopta funciones meramente utilitarias.El carácter de verdad de un fenómeno reproducido en el arte se revela en un intento de reconstrucción de todas las referencias lógicas que contiene la vida. Aunque el artista, en el cine, al seleccionar y unir entre sí hechos de un «bloque temporal», no es totalmente libre. Su personalidad de artista se mostrará con toda claridad, de forma involuntaria, inevitable.La realidad se basa en innumerables relaciones de causa y efecto, de las cuales un artista sólo puede recoger una parte determinada. Por ello sólo tendrá que tratar con aquellas que él mismo ha sabido captar y reproducir. Aquí es donde se mostrará su individualidad y singularidad. Cuanto más empeñado esté un autor en conseguir el realismo en su reproducción, tanto mayor es su responsabilidad. Un artista tiene que ser sincero. Necesita tener las manos limpias.La desgracia (o el motivo principal de que surja el arte cinematográfico) es que frente a la cámara nadie está en condiciones de reconstruir su propia verdad. Por eso carece de sentido aplicar al cine el concepto de «naturalismo» que, al menos para los críticos soviéticos, es una ofensa (bajo «naturalismo » entienden las tomas excesivamente crueles: «naturalismo » fue también uno de los principales reproches contra Andrei Rublev, donde algunos quisieron descubrir una estilización consciente de la crueldad). Toda persona tiende a creer que el mundo es lo que él ve y percibe. Pero desgraciadamente el mundo es completamente distinto. Sólo en el proceso de la vida práctica del hombre, la «cosa en sí» pasa a ser una «cosa para nosotros». Aquí radica también el sentido de los procesos cognitivos del hombre. El conocimiento del mundo por parte del hombre queda limitado durante esos procesos gracias a los sentidos que le han sido otorgados por su naturaleza. Pero si —como escribía Nikolai Gumilyov[49]— pudiéramos desarrollar un órgano para el «sexto sentido», el mundo indudablemente se nos presentaría en dimensiones muy distintas. Del mismo modo, el artista se ve limitado por su visión del mundo, por su comprensión de qué es lo que da unidad al mundo que le rodea. También de aquí se desprende lo absurdo de un naturalismo cinematográfico, como si la cámara fijara las cosas de modo aleatorio, sin principio artístico alguno, en «estado natural», por llamarlo de alguna manera. Un naturalismo así sencillamente no existe.Otra cosa totalmente distinta es el «naturalismo» inventado por los críticos y utilizado como fundamento teórico, por así decir «objetivo» y «científico», para expresar sus dudas sobre la justificación de una visión artística de los hechos que les hace ponerse en movimiento para proteger a los espectadores de crueldades. Es éste un «problema» destacado por los «protectores » del espectador, que quieren prescribir a uno que no haga otra cosa que acariciar los ojos y los oídos del público. Reproches de este tipo se podrían hacer también contra dos directores que hoy son casi dos monumentos del cine: Sergei Eisenstein y Alexander Dovzhenko. O también contra documentales sobre campos de concentración, insoportables por su inimaginable verdad sobre el sufrimiento humano y sobre la muerte.Cuando a ciertas escenas de mi Andrei Rublev, aisladas de su contexto (por ejemplo, el episodio del cegamiento o también ciertas escenas de la conquista de Vladimir), se las acusó de «naturalismo», la verdad es que ni entonces ni ahora entendí el sentido de tales acusaciones. Yo no soy un artista de salón, no soy responsable de que mi público esté de buen humor…En todo caso, se me debería acusar si, en mi arte, mintiera. Si, aprovechando la «autenticidad» patente del arte cinematográfico en sí, utilizando por tanto sus formas y efectos más convincentes, pretendiera una cercanía completa a la realidad, mientras que la estuviera falseando con alguna intención concreta.No es casualidad que ya al principio hablara de la responsabilidad «penal» del artista en el cine. A algunos les parecerá exagerado. Pero con esa exageración quiero destacar el hecho de que en la categoría artística más eficaz hay que trabajar también con especial sentido de la responsabilidad. Pues con los medios específicos del cine se puede corromper al público con más facilidad y rapidez, dejándolo inerte en su interior, que con los medios de las artes antiguas, tradicionales.Dostoievski escribió en cierta ocasión: «Se dice que la creación artística debe reproducir la vida, etc. Tonterías: el escritor/ poeta crea la propia vida. Una vida que, además, no ha existido en esas dimensiones…» La idea de un artista surge en las dimensiones más profundas y más ocultas de su ser. No puede serle dictada por ninguna idea «exterior», objetiva, sino que necesariamente se halla unida a la psique y a la conciencia del artista, es un resultado de su completa actitud vital. En caso contrario, su empeño está condenado desde el principio a ser, en lo artístico, vacío e improductivo. Por supuesto que uno puede dedicarse de forma meramente profesional al cine o a la literatura, sin necesidad de ser un artista; pero, en ese caso, es algo así como un mero realizador de ideas ajenas.Una idea realmente artística es siempre para el artista algo atormentador, algo casi peligroso para su vida. Su realización sólo se puede comparar a un paso decisivo en la vida de una persona. Esto siempre ha sido así para todo el que se ha introducido en el mundo del arte. Aun así, a veces se tiene la impresión de que hoy nos dedicamos más o menos a contar de nuevo viejas historias. Como si el público viniera a vernos como a un vieja, con su pañuelo y su labor de costura y nosotros tuviéramos que entretenerles con nuestras historias. Una narración puede ser algo entretenido, divertido. Pero al público no le proporciona otra cosa que una pérdida de tiempo a base de cotilleos vanos.¿Por qué tenemos tanto miedo a asumir responsabilidades en nuestro trabajo cinematográfico? ¿Por qué nos aseguramos tanto desde el principio que el resultado es tan carente de riesgo como de importancia? ¿No será porque quedemos que nuestro trabajo se vea recompensado con dinero y confort? En este punto convendría comparar la arrogancia de los artistas modernos con la modestia del desconocido constructor de la catedral de Chartres. Convendría que el artista destacara por cumplir su deber, sin más, olvidado de sí mismo. Y esto es algo que todos hemos olvidado, hace ya tiempo. Una persona que trabaja en una fábrica o en el campo, que produce valores materiales, bajo las condiciones socialistas se considera el amo de la vida. Y una persona así gasta su dinero para que le den un poquito de «entretenimiento», algo que le prepararán diligentes «artistas». Pero la diligencia de estos «artistas» está marcada por la indiferencia: están robando cínicamente a aquella persona honrada y trabajadora su tiempo, aprovechándose de su debilidad, su falta de conocimientos y de experiencia estética para destrozarle intelectualmente y al tiempo para ganar dinero. La actividad de tales «artistas» es deleznable. Un artista de verdad, sin embargo, sólo tiene derecho a una actividad creativa si para él es una necesidad vital. Si esa creación es no sólo una actividad casual, secundaria, sino la única forma de existencia de su yo, un yo creativo.En el caso de la literatura no es muy importante qué libro se escriba. En cierto sentido, eso es un asunto privado del autor, puesto que al fin y al cabo el lector decide qué libro va a comprar y qué libro va almacenando polvo en los estantes de una librería. Algo similar se da en el cine sólo a nivel formal, puesto que el espectador puede decidir qué película va n ver… Pero en realidad la producción cinematográfica precisa de aportes de capital enormes, a veces incluso espectaculares, que además siguen creciendo durante el proceso de producción y obligan luego a las distribuidoras a conseguir todos los beneficios posibles. En el fondo, nosotros vendemos nuestros productos y eso hace que aún tengamos más responsabilidad por nuestra «mercancía». Tengo que decir que muchas veces me he maravillado de la forma tan concentrada de trabajar que posee Robert Bresson. No hay una sola película suya que sea fruto de la casualidad o de una «solución provisional». El ascetismo de sus medios expresivos le deja a uno sin aliento. Por su seriedad y su profundidad es uno de esos maestros en la dirección cuyas películas pasan a ser un hecho en su vida espiritual. Es patente que sólo las debe rodar en situaciones interiores extremas. ¿Por qué? Eso nadie lo sabe. En Gritos y susurros, la película de Ingmar Bergman, hay un episodio muy poderoso, quizá el más importante de la película: dos hermanas van a la casa de sus padres, y allí muere la mayor de ellas. La espera de la muerte es el punto de partida de esta película. Y mientras están juntas hay un momento en que se sienten fuertemente atraídas; empiezan a hablar y a hablar y a hacerse caricias. Y todo eso crea la sensación de una sobrecogedora cercanía humana, algo deseado y muy frágil… Es deseada también porque momentos así son muy raros en las películas de Bergman o tan sólo se insinúan. En sus películas, las hermanas a menudo no pueden reconciliarse entre sí, no se perdonan ni siquiera a las puertas de la muerte. Suelen estar llenas de odio, dispuestas a atormentarse mutuamente. En esa escena de su breve aproximación, Bergman, en lugar de diálogo, ofrece una suite para violín de Bach, lo que refuerza inmensamente la impresión y concede a ese momento una dimensión de profundidad.Qué duda cabe que ese viaje, positivamente tan destacado, hacia regiones espiritualmente más altas, en Bergman es una ilusión, un sueño: lo que no es, no puede ser. Y precisamente esto es aquello hacia lo que tiende el espíritu humano, aquello con lo que está acorde: la armonía vivida como un ideal que se ha hecho tangible precisamente en este momento. Pero incluso ese viaje que es mera ilusión permite al hombre una catarsis, una purificación interior y una liberación, con ayuda del arte. Con lo dicho aquí quiero subrayar que soy un adepto de aquel arte que porta en sí el ansia de lo ideal, que tiende hacia éste. Estoy a favor de un arte que dé al hombre esperanza y fe. Cuanto más desesperanzado es el mundo del que el artista extrae su material, más claramente hará que se sienta el ideal contrario: si no es así, no vale la pena vivir.El arte simboliza el sentido de nuestra existencia.¿Por qué motivos intenta él artista perturbar aquella estabilidad hacia la que tiende la sociedad? En la Montaña mágica, de Thomas Mann, dice Settembrini: «Espero, señor ingeniero, que no tenga nada en contra de la maldad. Para mí, es el. alma más brillante de la razón contra las fuerzas de la oscuridad y de la fealdad. La maldad, señor mío, es el espíritu de la crítica, y la crítica supone el origen del progreso y de la ilustración.» El artista intenta perturbar la estabilidad de una sociedad en pro de su tendencia hacia lo ideal: la sociedad tiende a la estabilidad; el artista, en cambio, a la eternidad. A él le preocupa la verdad absoluta, por lo que mira siempre hacia adelante, descubriendo así las cosas antes que los demás.En todas mis películas me he esforzado por establecer lazos de unión que aúnen a las personas (dejando de lado los intereses meramente materiales). Lazos de unión que, por ejemplo, a mí mismo me unen a la humanidad y que a todos nosotros nos ligan con lo que nos rodea. Tengo que sentir imperiosamente mi continuidad espiritual y el hecho de que no me encuentro por azar en este mundo. Dentro de cada uno de nosotros tiene que haber una determinada escala de valores. En El espejo intenté transmitir el sentimiento de que Bach, Pergolesi, la carta de Pushkin, los soldados pasando el Sivasch y esas escenas hogareñas tan íntimas tienen en cierto sentido el mismo valor para cualquier hombre. Para la experiencia intelectual de una persona, lo que le sucedió a él personalmente ayer por la tarde y lo que le aconteció a la humanidad hace siglos, puede tener el mismo valor.En todas mis películas me ha resultado importante el tema de mis raíces, de mis lazos con la casa de mis padres, con la niñez, la patria, la tierra. De forma necesaria tenía que subrayar mi pertenencia a una tradición y una cultura concretas, a un determinado círculo de personas e ideas.Para mí, son extraordinariamente importantes las tradiciones culturales rusas que proceden de Dostoievski. Ahora bien, en la Rusia moderna no sólo no han llegado a desarrollarse plenamente, sino que más bien se hallan descuidadas o incluso ignoradas por completo. Hay para esto varios motivos, y el más importante de todos es que dicha tradición es radicalmente incompatible con el materialismo. Otro de los motivos de que la recepción de Dostoievski en la Rusia actual sea más bien discreta es la crisis interior, tan característica de los personajes de este autor, de su propia obra y también de la de sus continuadores. ¿Por qué se le tiene tanto miedo en la Rusia moderna a ese estado de «crisis interior»?Para mí, una crisis interior es siempre un signo de salud. En mi opinión, no supone otra cosa que un intento de volver a encontrar el propio yo, de conseguir una nueva fe. Entra en un estado de crisis interior todo aquel que se plantea problemas intelectuales. Esto es perfectamente lógico, puesto que el alma ansia armonía, mientras que la vida está llena de disonancia. En esta contradicción se halla el estímulo para el movimiento, pero también la fuente de nuestro dolor y de nuestra esperanza. Es esa contradicción la confirmación de nuestra profundidad interior, de nuestras posibilidades espirituales.De esto trata Stalker: su protagonista pasa momentos de desesperación. Su fe se tambalea, pero una y otra vez siente su vocación de servir a los demás, a los que han perdido sus esperanzas e ilusiones. Para mí fue extremadamente importante que en esta película el guión mantuviera la unidad de tiempo, espacio y acción. Y si en El espejo me parecía interesante montar material documental, sueños, apariciones, esperanzas, intuiciones y recuerdos, es decir, todo el caos de las circunstancias, en Stalker no quería que hubiera ningún salto temporal entre las diversas partes. Pretendía que aquí todo el transcurso del tiempo se pudiera percibir dentro de un solo plano, que el montaje indicara en este caso tan sólo la continuación de los hechos. El plano no debía ser aquí ni una carga temporal ni cumplir la función de una organización del material de cara a la dramaturgia. Quería que todo contribuyera a dar la impresión de haber rodado la película entera en un solo plano. Este método tan sencillo, casi ascético, me parecía que encerraba grandes posibilidades. Por ello quité del guión todo aquello que me hubiera impedido trabajar con un mínimo absoluto de efectos exteriores. En este caso, lo que buscaba era una arquitectura sencilla y modesta para toda la estructura de la película.Y con ello quería convencer aún más al público de que el cine —como instrumento artístico— tiene sus propias posibilidades, que no son menores que las de la literatura. Quería presentar la posibilidad que tiene el cine de observar la vida casi sin lesionar visible y gravemente el curso real de ésta. Para mí, es ahí donde radica la naturaleza verdaderamente poética del cine como arte.Veía un cierto peligro en que esta simplificación extrema de la forma pudiera parecer rebuscada y manierista. Intenté escapar de esa impresión quitando a los planos todo lo que pudieran tener de nebuloso e indeterminado, que se suele identificar con el «ambiente poético» de una película. Normalmente se suele producir un ambiente de ese tipo de forma muy elaborada. Pero yo estaba convencido de que no me tenía que ocupar lo más mínimo por conseguirlo, pues al realizar el objetivo principal de un director de cine, eso se obtiene de forma natural. Cuanto más claramente se haya formulado ese objetivo principal, es decir, el sentido de lo que se va a mostrar, tanto más claramente aparecerá también el ambiente. Y con ese acorde principal empezarán a responder también las cosas, el paisaje y la entonación de los actores. Todo pasa a tener conexión entre sí, nada sigue siendo casual. Todo se halla encadenado, se superponen unas cosas a otras, y así Niirgc el ambiente como un resultado, una consecuencia, de esa concentración en lo esencial. Sin embargo, el querer crear un ambiente como tal sería una empresa terriblemente absurda, Por eso nunca me ha resultado familiar la pintura de los impresionistas, que se proponían representar lo efímero, el momento como tal. En Stalker, donde intenté concentrarme en lo esencial, el ambiente surgió —si se quiere— como producto «colateral». Y hasta se me antoja que actúa de forma más activa y emocionalmente más contagiosa que en mis películas anteriores.¿Cuál era el tema principal que debía resonar en Stalker? Dicho en términos muy generales: ¿cuál es en verdad el valor de una persona y con qué tipo de persona nos encontramos cuando está sufriendo la pérdida de su dignidad? Me permito recordar que la meta de las personas que en esa película se encaminan hacia la zona es una habitación donde se cumplirán sus más secretas aspiraciones. Mientras atraviesan el curioso territorio de la zona, rumbo a esa habitación, Stalker narra al escritor y al sabio la historia, real o legendaria, de Dikoobras, que llegó a aquel lugar ansiado pidiendo que su hermano, de cuya muerte él era culpable, volviera a recobrar la vida. Pero cuando Dikoobras volvió de la «habitación» a su casa, se encontró repentinamente enriquecido. La zona le había regalado su verdadero deseo íntimo, y no aquello que había pretendido desear. Por eso, Dikoobras se ahorcó.Y cuando nuestros protagonistas llegan al fin a su meta, tras haber vivido muchas experiencias, tras haber reflexionado mucho sobre sí mismos, no se deciden ya a traspasar realmente el umbral de aquella habitación, hacia la que se habían puesto en camino bajo riesgo de sus propias vidas. De repente han sido conscientes de que su estado moral interior, en el fondo, es trágicamente imperfecto. No han encontrado dentro de sí fuerzas morales suficientes como para creer en sí mismos. Su fuerza tan sólo ha bastado para dirigir una mirada hacia dentro de su propio ser. Y sólo eso ya les ha asustado profundamente.Cuando en la taberna donde los tres están descansando entra la mujer del Stalker, el escritor y el científico son testigos de un extraño e incomprensible fenónemo. Allí hay una mujer que ha pasado por sufrimientos indecibles por culpa de su marido y ha tenido con él a un niño enfermo, pero ella sigue amándole de la misma forma desinteresada que en su juventud. Su amor y su devoción son el milagro final que se puede establecer en contra de la incredulidad, el cinismo, el envenenamiento de vacío moral del mundo moderno, de los cuales son víctimas tanto el escritor como el científico.Tal vez fue en Stalker, cuando sentí por primera vez la necesidad de indicar con claridad y sin equívocos el valor supremo por el cual, como dicen, vive el hombre. Solaris trata sobre gente perdida en el cosmos que son obligados, les guste o no, a subir un peldaño más en la escalera del conocimiento en su afán de conocer cosas nuevas. Este afán de saber muestra aquí al hombre desde fuera, es a su modo algo realmente dramático, puesto que se ve acompañado de cierta intranquilidad y de carencias, de dolor y decepción, pues la verdad última es inalcanzable. A ello se añade que al hombre le ha sido dada una conciencia, que empieza a atormentarle en cuanto su comportamiento es contrario a las leyes morales. También la existencia de la conciencia es, en cierto modo, algo trágico.Incluso en El espejo, que habla de los sentimientos profundos, eternos, no de los de breve flamear, esos lazos se convierten en una imposibilidad de comprender, en una incapacidad del protagonista, que no entiende por qué ha de sufrir eternamente por culpa de esos sentimientos, por ese amor y esas ataduras. En Stalker lo digo de forma abierta y yendo hasta las últimas consecuencias: el amor humano es ese milagro capaz de oponerse eficazmente a cualquier especulación sobre la falta de esperanza en nuestro mundo. Lo malo es que también nos hemos olvidado de qué es el amor.En Stalker, el escritor reflexiona sobre el aburrimiento de la vida en un mundo sometido a reglas, en el que incluso la casualidad es el resultado de una ley que para nosotros era hasta entonces desconocida.Quizá sea por eso por lo que el escritor está a gusto en la zona, donde se encuentra con algo desconocido, capaz de sorprenderle, de maravillarle. En realidad, lo que le maravilla es precisamente aquella mujer sencilla, con su fidelidad y sus valores humanos. ¿Es que realmente todo está sometido a la lógica? ¿Es que realmente todo se puede disgregar en sus partes componentes, todo se puede calcular?En Stalker y en Solaris si algo no me interesaba era la ciencia-ficción. Pero, desgraciadamente, en Solaris aún hubo muchos elementos de ciencia-ficción, que distraían de lo esencial. Todas aquellas naves espaciales que aparecían en la novela de Stanislav Lem, indudablemente, estaban bien elaboradas y tenían su interés, pero, vistas las cosas desde hoy, opino que la idea fundamental de aquella película se habría expresado con mucha más claridad si hubiéramos prescindido de todo aquello. La ciencia-ficción no era en Stalker sino un punto de partida táctico, útil para ayudarnos a destacar aún más gráficamente el conflicto moral, que era lo esencial para nosotros. Pero en todo lo que le sucede en esa película al protagonista no hay ciencia-ficción de ningún tipo. La película se hizo de tal manera que el espectador podía tener la impresión de que todo' aquello podía suceder hoy mismo y de que la zona estaba muy próxima.A menudo se me ha preguntado qué simboliza exactamente la zona y hay quien se ha lanzado a las más aventuradas hipótesis y sospechas. Preguntas y suposiciones de ese tipo siempre consiguen abocarme a la desesperación y a la cólera. En ninguna de mis películas se simboliza algo. La zona es sencillamente la zona. Es la vida que el hombre debe atravesar y en la que o sucumbe o aguanta. Y que resista depende tan sólo de la conciencia que tenga en su propio valor, de su capacidad de distinguir lo sustancial de lo accidental.Considero que es un deber mío animar a la reflexión sobre lo específicamente humano y sobre lo eterno que vive dentro de cada uno de nosotros. Pero el hombre ignora una y otra vez lo humano y lo eterno, aunque tenga su destino en sus propias manos. Prefiere ir a la caza de ídolos engañosos, aunque al fin y al cabo, de todo aquello no quede más que esa partícula elemental con la que el hombre puede realmente contar en su vida: la capacidad de amar. Y esa partícula elemental puede ocupar en su alma una posición existencialmente definitiva, puede dar sentido a su existencia.
Esculpir en el tiempo. Reflexiones sobre el arte, la estética y la poética del cine
Traducción de Enrique Banús Irusta de la versión alemana de 1988: original ruso de 1984
Madrid, Ediciones Rialp, 1991
Foto: Andreï Tarkovski, 1986, por Hervé Guibert
sábado, 10 de marzo de 2012
El ejército de las sombras
Ficha Tecnica
Título original: L'armée des ombres
Año: 1969
Director: Jean-Pierre Melville
Guión: Joseph Kessel (novela) & Jean-Pierre Melville (guion)
Genero: Belica
Productora: Les Films Corona & Fono Roma
Duración: 140 min
País: Francia / Italia
Ficha Artistica
Lino Ventura - Philippe Gerbier
Paul Meurisse - Luc Jardie
Jean-Pierre Cassel - Jean François Jardie
Simone Signoret - Mathilde
Claude Mann - Claude Ullmann "La máscara"
Paul Crauchet - Felix Lepercq
Christian Barbier - Guillaume Vermersch "El bisonte"
Un clásico del cine europeo en el que Jean-Pierre Melville da una magistral clase de cine al trasladar la novela de Joseph Kessel a la gran pantalla. También se trata, sin lugar a dudas, del más memorable homenaje a los héroes de la Resistencia Francesa jamás filmado. Lejos de sacralizar las gestas de los hombres y mujeres que lucharon contra el gobierno de Vichy y la Gestapo, la película de Melville capta los claroscuros de unos personajes que, con aciertos y errores, se dejan la piel en una lucha solitaria y por la que pocos apuestan. Dificultades morales, económicas y militares que se narran a tres voces, desde la omnisciencia del director hasta dos de los personajes principales, Philippe Gerbier (Lino Ventura) y Jean François Jardie (Jean-Pierre Cassel). Apuntes de estilo y riesgo en una obra que va más allá del docudrama o del epistolario bélico. Puro cine negro es lo que contiene la cinta, con dos maneras de sentir la acción: la de la espera, pausada, agónica, y la de la confrontación o la huída, veloz, trepidante. Siempre desde la contención interpretativa, la frialdad de la imagen y al son de una partitura, la primera de Éric Demarsan, imposible de olvidar.
jueves, 16 de febrero de 2012
La Cucaracha (1958) Cine Mejicano
"Pa, ganar ésta revolución hay que morirse... Vámonos pués muriendo de prisa, pa, que los que queden puedan regresar a su tierra y trabajarla en paz, que no sea ociosa... Esto que lo entiendan bien y pronto, pa, que todos búsquemos la misma cosa y de la misma manera..!" (Coronel Antonio Zeta arengando a las tropas)
Ficha técnica | |
---|---|
Dirección | Ismael Rodríguez Ruelas |
Guion | José Bolaños, Ricardo Garibay |
Protagonistas | María Félix, Dolores del Río, Emilio Fernández, Antonio Aguilar, Flor Silvestre, Ignacio López Tarso, Cuco Sánchez, David Reynoso |
La Cucaracha estuvo nominada en 1959 a la Palma de Oro como mejor película.
jueves, 9 de febrero de 2012
Jean-Luc Godard
Jean-Luc Godard:
Nació en París el 3 de diciembre de 1930, hijo de un médico protestante y de una hija de banqueros suizos. Estudia en Nyon (Suiza) antes de proseguir su formación en el Liceo Buffon parisino e ingresar más tarde en La Sorbona, en donde se diploma en etnología en 1949. Durante todo este período estudiantil se va gestando y adquiere cuerpo la probada condición cinéfila de Godard, quien es habitual frecuentador de cineclubs y de la Cinemateca Francesa, lugares en los que se hace con una más que notable cultura cinematográfica. Amigo de André Bazin, Eric Rohmer, François Truffaut, Jaques Rivette y otros, en 1950 comienza su labor como crítico de cine en La Gazette du Cinema para enpezar dos años después a colaborar en la célebre Cahiers du Cinema, haciéndolo en principio bajo el seudónimo de Hans Lucas. En 1954, tras la muerte de su madre, emprende viaje hacia Suiza, donde trabaja algún tiempo en el sector de la construcción, empleado concretamente en el levantamiento de un dique en Grande-Dixence. Es allí mismo donde financia y dirige su primer cortometraje, Operation Béton (1954), acerca de la construcción del mencionado dique. Un año después regresa a Francia, emprendiendo su actividad en Cahiers du Cinema, alternando dicho trabajo con la realización de cortometrajes, a menudo contando con el apoyo de gente de los Cahiers, como Truffaut o Rohmer.
Nació en París el 3 de diciembre de 1930, hijo de un médico protestante y de una hija de banqueros suizos. Estudia en Nyon (Suiza) antes de proseguir su formación en el Liceo Buffon parisino e ingresar más tarde en La Sorbona, en donde se diploma en etnología en 1949. Durante todo este período estudiantil se va gestando y adquiere cuerpo la probada condición cinéfila de Godard, quien es habitual frecuentador de cineclubs y de la Cinemateca Francesa, lugares en los que se hace con una más que notable cultura cinematográfica. Amigo de André Bazin, Eric Rohmer, François Truffaut, Jaques Rivette y otros, en 1950 comienza su labor como crítico de cine en La Gazette du Cinema para enpezar dos años después a colaborar en la célebre Cahiers du Cinema, haciéndolo en principio bajo el seudónimo de Hans Lucas. En 1954, tras la muerte de su madre, emprende viaje hacia Suiza, donde trabaja algún tiempo en el sector de la construcción, empleado concretamente en el levantamiento de un dique en Grande-Dixence. Es allí mismo donde financia y dirige su primer cortometraje, Operation Béton (1954), acerca de la construcción del mencionado dique. Un año después regresa a Francia, emprendiendo su actividad en Cahiers du Cinema, alternando dicho trabajo con la realización de cortometrajes, a menudo contando con el apoyo de gente de los Cahiers, como Truffaut o Rohmer.
A bout de soufle (1959):
Así, en el verano de 1959 Godard rueda su primer largometraje, sobre un argumento original de François Truffaut y contando con Claude Chabrol como ayudante: se trata de A bout de soufle, filme que, protagonizado por Jean Paul Belmondo y Jean Seberg, obtiene en el Festival de Berlín el Oso de Oro, así como el premio Jean Vigo.
Así, en el verano de 1959 Godard rueda su primer largometraje, sobre un argumento original de François Truffaut y contando con Claude Chabrol como ayudante: se trata de A bout de soufle, filme que, protagonizado por Jean Paul Belmondo y Jean Seberg, obtiene en el Festival de Berlín el Oso de Oro, así como el premio Jean Vigo.
Sólo con esta película, llena de referencias al mejor cine negro hecho en Hollywood, el debutante Godard logra desmontar buena parte de la mecánica narrativa del clasicismo norteamericano, pero no para construir un nuevo lenguaje, sino rectificarlo y mejorarlo. Pieza clave de la Nouvelle Vague, narra una historia llena de amor y autodestrucción, basada en un argumento de François Truffaut, sobre las relaciones entre el maleante Michel Poiccard (Jean Paul Belmondo) y la joven norteamericana Patricia (Jean Seberg). El interesante independiente norteamericano James McBride pasa al cine comercial con Vivir sin aliento (Breathless, 1983), una nueva versión cuyo único atractivo es servir de trampolín a Valerie Kaprinsky (A.M.Torres)
Es el principio de una prolífica carrera que tendrá su inmediata continuación en 1960, con el filme La Petit Soldat, prohibida en las pantallas galas hasta 1963. En 1961 Godard contrajo matrimonio con la actriz Anna Karina, intérprete de muchas de sus películas y de la que se separará algún tiempo después para casarse de nuevo, esta vez, con la también actriz Anne Wiazemsky. Los filmes de Godard han conseguido numerosos premios y menciones en diferentes certámenes; podemos destacar entre ellos el Premio Especial del Jurado y el de la Crítica alanzados por Vivre sa vie (1962) en la Mostra de Venecia, el Oso de Oro del 1965 concedido a Alphaville y un nuevo premio especial del jurado obtenido por La Chinoise (1967) en la XXVIII edición de la Mostra. En 1980 su película Sauve qui peut la vie (1979) fue galardonado con el preciado Prix L'Age D'or otorgado en Bruselas, habiendo sido previamente presentada en la sección oficial del festival de Cannes de aquel año. Godard ha escrito numerosos artículos y publicado varios libros, como Jean-Luc Godard contra Jean-Luc Godard (1968), recopilación de críticas y entrevistas publicadas por Godard en Cahiers du Cinema y su original Introducción a la verdadera historia del Cine (1980).
Estilo personal:
[...] Plenamente integrado en el núcleo fundacional de la Nouvelle Vague, Godard participa de sus orígenes con singular personalidad y a través de diversas colaboraciones como actor, codirector o productor de filmes de Rivette, Rohmer, Truffaut, Demy o Varda, pero pronto marca unas distancias singulares que van mucho más allá de las trangresiones representativas de Rivette, de la cinefilia de Truffaut o de los austeros métodos de producción empleados por Rohmer.Las comparte todas ellas pero, a la vez, las supera y dilata con una utilización heterodoxa de los géneros cinematográficos -el policíaco Al final de la escapada, Made in U.S.A., Pierrot el loco, Detective, o incluso Nombre: Carmen, el musical en Banda aparte, el fantástico Lemmy contra Alphaville o el western en Vent d'Est- que desemboca en una definitiva ruptura del MRI, una temprana politización que parte de supuestos heterodoxos y se radicaliza desde mediados de los sesenta, una constante búsqueda de nuevos soportes expresivos, un deslumbrante sistema de referencias culturales -cine, literatura, música y pintura, principalmente- a la vez integrados en el propio discurso, una persistente autorreflexión teórica sobre el lenguaje y la historia del cine y una capacidad expansiva que supera las fronteras del cine francés para universalizarse como modelo de referencia para sucesivas generaciones de cineastas. (E.Riambau)
[...] Plenamente integrado en el núcleo fundacional de la Nouvelle Vague, Godard participa de sus orígenes con singular personalidad y a través de diversas colaboraciones como actor, codirector o productor de filmes de Rivette, Rohmer, Truffaut, Demy o Varda, pero pronto marca unas distancias singulares que van mucho más allá de las trangresiones representativas de Rivette, de la cinefilia de Truffaut o de los austeros métodos de producción empleados por Rohmer.Las comparte todas ellas pero, a la vez, las supera y dilata con una utilización heterodoxa de los géneros cinematográficos -el policíaco Al final de la escapada, Made in U.S.A., Pierrot el loco, Detective, o incluso Nombre: Carmen, el musical en Banda aparte, el fantástico Lemmy contra Alphaville o el western en Vent d'Est- que desemboca en una definitiva ruptura del MRI, una temprana politización que parte de supuestos heterodoxos y se radicaliza desde mediados de los sesenta, una constante búsqueda de nuevos soportes expresivos, un deslumbrante sistema de referencias culturales -cine, literatura, música y pintura, principalmente- a la vez integrados en el propio discurso, una persistente autorreflexión teórica sobre el lenguaje y la historia del cine y una capacidad expansiva que supera las fronteras del cine francés para universalizarse como modelo de referencia para sucesivas generaciones de cineastas. (E.Riambau)
La nueva ola en la década de 1970:
Siguieron distintos caminos, separándose definitivamente a raíz de la crisis de mayo de 1968. Godard, después de dirigir La china (La chinoise, 1967), Week-end, (1967) y One plus one (1968), se integró en el colectivo Dziga Vértov y realizó cine directamente militante, para pasar posteriormente de nuevo a las pantallas comerciales con Todo va bien (Tout va bien, 1972) y Número dos (Numéro deux, 1976). Truffaut y Chabrol fueron los autores más prolíficos, mientras que Resnais sólo rodó un largometraje, Stravinsky (1974). J.Demy, A.Varda, Ph. de Brocca y sobre todo Rohmer y J.Rivette (Out one, 1970), Céline y Julie van en barca (Céline et Julie vont en bateau, 1974) han confirmado su personalidad, mientras que entre los que surgieron bajo la sombra de la nueva ola, sin reconocer su pertenencia al movimiento, hay que citar a R.Allio, autor de La vieja dama indigna (La vielle dame indigne, 1964), A. Cavalier, M.Pialat, M.Drach, y Ch. de Calogne.
Siguieron distintos caminos, separándose definitivamente a raíz de la crisis de mayo de 1968. Godard, después de dirigir La china (La chinoise, 1967), Week-end, (1967) y One plus one (1968), se integró en el colectivo Dziga Vértov y realizó cine directamente militante, para pasar posteriormente de nuevo a las pantallas comerciales con Todo va bien (Tout va bien, 1972) y Número dos (Numéro deux, 1976). Truffaut y Chabrol fueron los autores más prolíficos, mientras que Resnais sólo rodó un largometraje, Stravinsky (1974). J.Demy, A.Varda, Ph. de Brocca y sobre todo Rohmer y J.Rivette (Out one, 1970), Céline y Julie van en barca (Céline et Julie vont en bateau, 1974) han confirmado su personalidad, mientras que entre los que surgieron bajo la sombra de la nueva ola, sin reconocer su pertenencia al movimiento, hay que citar a R.Allio, autor de La vieja dama indigna (La vielle dame indigne, 1964), A. Cavalier, M.Pialat, M.Drach, y Ch. de Calogne.
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