Dirección: Louis Malle
Reparto: Jeanne Moreau-Maurice Ronet-Lino Ventura
Musica: Miles Davis
Davis y Moreau
Miles Davis en Paris
diciembre de 1957
En invierno de 1957 Miles Davis había sido contratado por Marcel Romano, promotor del Club Saint-Germain, para una gira europea de tres semanas que no tuvo el éxito esperado y de la que solamente se concretaron tres actuaciones en Bruselas, Amsterdam y Stutgart, además de las tres anunciadas en Paris. Gracias a esta circunstancia Miles pudo tener suficiente tiempo para conocer a los intelectuales y estrellas francesas de moda, como Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, Boris Vian y Juliette Greco -con la que mantuvo un tórrido romance-, y de vivir, de forma intensa, las noches parisinas.
diciembre de 1957
En invierno de 1957 Miles Davis había sido contratado por Marcel Romano, promotor del Club Saint-Germain, para una gira europea de tres semanas que no tuvo el éxito esperado y de la que solamente se concretaron tres actuaciones en Bruselas, Amsterdam y Stutgart, además de las tres anunciadas en Paris. Gracias a esta circunstancia Miles pudo tener suficiente tiempo para conocer a los intelectuales y estrellas francesas de moda, como Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, Boris Vian y Juliette Greco -con la que mantuvo un tórrido romance-, y de vivir, de forma intensa, las noches parisinas.
El trompetista norteamericano llegó solo a Paris, sin sus músicos habituales: el maravilloso quinteto integrado por John Coltrane, Red Garland, Paul Chambers y Philly Jones. Por lo que Miles seleccionó músicos jóvenes sin gran experiencia en los clubes de jazz de la ciudad – aparte de Kenny Clarke, baterista obligado para todos los músicos americanos que pasaban por Paris -, el pianista René Urtreger, el contrabajista Pierre Michelot y el saxofonista Barney Wilen, conformando un grupo que, en tan solo tres semanas, habría de encontrar un lugar destacado en la historia del jazz.
René Urtreger recuerda su primer encuentro con Davis: “Yo tenía un póster de Miles en mi habitación. La primera vez que nos vimos, estaba tocando con un trío en algún club de Montparnasse. Recuerdo que era un lugar frío y con poca luz. Miles apareció en la penumbra del local. Hacía tanto frío que se quedó con su abrigo puesto junto a la barra, daban escalofríos. Un poco más tarde saco su trompeta y comenzó a tocar con nosotros. “
Jean-Claude Rappeneau, jefe del equipo técnico de Romano, trabajaba también con un joven director aficionado al jazz, Louis Malle, que acababa de terminar el rodaje de su primera película: Ascenseur pour l´échafaud, y tuvo la feliz de poner a ambos en contacto para que estudiaran la posibilidad de que Davis compusiera la banda sonora de la película.
A Miles le gusto la idea de componer una banda sonora y acepto el proyecto con la condición de tener un piano y un proyector de cine para visionar la película en la habitación de su hotel. Trabajó durante dos semanas de una manera relajada ante las imágenes, en condiciones próximas al cine mudo, cuando los pianistas de la salas de cine tenían la ocasión de acompañar e improvisar varias veces la misma película.
Louis Malle era perfectamente consciente del riesgo de esta tentativa, sin precedentes en la historia del cine hablado: "La música contribuyó al éxito de la película. Le dio su tono, una atmósfera, una especie de ambiente que la música de Davis mantiene hasta el final y que le da su unidad”.
La banda sonora se caracteriza por no tener un leit-motiv concreto, un tema estelar; un concepto totalmente revolucionario en la época, y por ser una de las partituras más densas y sugerentes de la historia del cine. Se graba en tan solo dos sesiones en los estudios de La Poste Parisien, las noches del 4 y 5 de diciembre de 1957. Unos días inolvidables para Jean Moureau, la joven y atractiva protagonista del filme que ameniza las grabaciones con su simpática presencia, y para un testigo de excepción: Boris Vian.
Nunca una música se había asociado a un largometraje de esta manera. Jamás la leyenda de un filme se había construido tanto alrededor de su banda sonora. La fuerza del filme, su originalidad, plagada de novedosas imágenes, su modernidad, su trascendencia por la música de Miles Davis, su asociación a la explosión de la Nouvelle Vague, hacen que Ascenseur pour l´échafaud sea un ejemplo raro, único, de un filme que nos descubre también, un universo poético que es la identidad fundamental de la película.
Louis Malle era perfectamente consciente del riesgo de esta tentativa, sin precedentes en la historia del cine hablado: "La música contribuyó al éxito de la película. Le dio su tono, una atmósfera, una especie de ambiente que la música de Davis mantiene hasta el final y que le da su unidad”.
La banda sonora se caracteriza por no tener un leit-motiv concreto, un tema estelar; un concepto totalmente revolucionario en la época, y por ser una de las partituras más densas y sugerentes de la historia del cine. Se graba en tan solo dos sesiones en los estudios de La Poste Parisien, las noches del 4 y 5 de diciembre de 1957. Unos días inolvidables para Jean Moureau, la joven y atractiva protagonista del filme que ameniza las grabaciones con su simpática presencia, y para un testigo de excepción: Boris Vian.
Nunca una música se había asociado a un largometraje de esta manera. Jamás la leyenda de un filme se había construido tanto alrededor de su banda sonora. La fuerza del filme, su originalidad, plagada de novedosas imágenes, su modernidad, su trascendencia por la música de Miles Davis, su asociación a la explosión de la Nouvelle Vague, hacen que Ascenseur pour l´échafaud sea un ejemplo raro, único, de un filme que nos descubre también, un universo poético que es la identidad fundamental de la película.
La contemplación de las imagines de un Paris en negro y blanco, donde Jeanne Moreau busca un amor perdido, ha cambiado, tal vez... un poco, la historia del cine y del jazz.
Jesús Villalba
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